jueves, 7 de noviembre de 2013

III

Lluvia de fondo (otra vez). El sonido la lleva directamente a una imagen en especial, a una flaca sentada frente a una computadora, en el living de su casa, a la madrugada, escribiendo sobre cómo la hacía sentir la lluvia de fondo. Ahora, en un departamento para tres, son las dos de la tarde. Suena el celular, es su compañero. Habla despacio. Su compañero no, ella. En la cama está descansando el ser más hermoso del planeta (y costó trabajo dormirlo). Se ríe, pensando que un tiempito atrás, esa flaca en el living describía cómo dormía su compañero en un cama cercana, el cual en ese entonces era su gato. Se pregunta qué estará haciendo él en este momento. Probablemente duerma. Corta el teléfono porque la bella durmiente acaba de despertarse. Pasaron los minutos, y en menos de quince, se levantó, jugó, miró las gotas caer, lloró, y ahora toma la teta, con el ruido de la papa y batata en pleno hervor que acompaña a la lluvia. No quiere volver a dormirse, aunque la vena azul de su frente diga lo contrario. Entonces, la bella durmiente, mira cómo su mamá escribe (después de tanto tiempo). Escribe y piensa. Piensa que le cortó muy rápido a su compañero. Piensa en que a él le duele el hombro. Espera que no sea nada grave. No le gusta esperar. Mejor, lo desea. Los deseos le gustan. Pero no en exceso. Piensa en su compañero. Todo el tiempo. En lo bueno de tenerlo al lado siempre, tomándole la mano. No adelante, llevándola cual guía. No atrás, siguiéndola como un perrito. Sino al lado, siempre a la par. Por eso compañero, y no novio, ni esposo, ni pareja, ni marido, ni hombre. Compañero. Mucho más que todo eso junto. Piensa y no puede parar de sonreír. Mientras el sonido de una voz que dice  PÁ, le recuerda que ya está la comida. Pausa. Media hora después, la lluvia sigue plasmándose en el vidrio de la ventana. Y en la bici. Y en el lavarropas. Y en las plantas. No son muchas, por ahora. Piensa en el estante que tiene que traerse, en el porta cd´s, en los cubos de pino, y en lo mucho que extrañaba escribir. Es difícil ahora. Y más placentero. Suspira y de fondo, junto con el agua, escucha un sinfín de "PÁ, PAP, PPPP". Suspira de alegría, no de añoramiento. Cree que esa palabra la acaba de inventar. Se ríe, hacía mucho que no inventaba palabras. Se le está haciendo la hora de irse a trabajar. La lluvia no para. El tiempo tampoco, como dice la canción. Sin embargo, por un momento, ambos parecieron detenerse, disolverse. Por un breve instante, todo giró entre su cabeza, manos, hija y corazón. Esos instantes suspendidos en la galaxia se extrañaban. Ahora son mucho mejores, son más los corazones que se elevan, suspenden y se pierden entre palabras. Lluvia de fondo, y una sonrisa que vuelve a escribir.