lunes, 26 de septiembre de 2011
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Lo ves caminando y afirmás que es feliz, por su soltura, su sonrisa constante y el movimiento de sus manos que marcan el compás de una canción que parece muy alegre; podés asegurar que no debe tener mayores complicaciones cuando lo escuchás hablar, porque tiene sólo palabras positivas, pretende solucionar la vida de los demás con la misma simpleza con la actúa en la suya, y a veces hasta lo logra. Cuando está serio es porque tiene sueño, o está pensando en la manera de dormir menos y vivir más sin estar cansado; cuando se ríe no puede escuchar lo que dicen los demás, sólo oye su risa haciendo eco en su cabeza hasta el punto de olvidarse de qué se reía (y esa sensación le parece inmejorable). Si no te contesta es porque está viajando, puede que ya se haya recorrido un par de continentes desde que comenzó la charla; no lo hace porque no considere interesante la conversación, se desvía fácilmente y vuela a una velocidad impresionante.
A veces piensa en lo poco que se da a conocer, y cree que nadie puede saber cómo es realmente; de ahí (cíclico y típico pensamiento) salta a la famosa frase "ni yo me conozco", se da la razón, se ríe un poco de él mismo y cae en la cuenta de que aseguró algo que no sabe con certeza. Todo el tiempo es un ir y venir eso de las certezas en su vida, nunca sabe lo que tiene claro (y últimamente descubrió que no quería saberlo).
Cuando viaja en colectivo todo le parece espectacular, nuevo, un paisaje para filmar, una historia por contar; todos los días hace el mismo recorrido, y nunca se cansa de lo que ve. Él tiene una visión sencilla de la vida, algunos lo llaman soñador (no debe ser el único) y otros, afortunado. Quizás todos, cuando lo ven pasar, piensen que es un tipo con suerte, por su manera ingenua de mirar la realidad; lo cierto es que tiene suerte de que todos ellos sean tan complejos, son el modelo a no seguir y el blanco a convertir.
Quizás vos, cuando lo veas pasar, pienses que es una persona feliz; posiblemente no te equivoques, posiblemente no tengas razón...y es que nunca se sabe cuándo es feliz alguien que no conoce la tristeza.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
(comienzos abiertos)
domingo, 4 de septiembre de 2011
5 de septiembre de 2011 (toma 4)
¿De eso se trata?. No sé, no estoy segura. Claro, porque este es el momento en el que dejo de pensar en por qué no tengo certezas, y así logro salir de la burbuja (y entrar en otra, quizás) que tenía, como regla principal, analizar cada comportamiento, cada sentimiento y sensación que me atravesara. Puede ser que me esté dando cuenta tarde, puede que todo lo que hacía conmigo ahora sólo lo haga con el resto, o puede ser que me esté anticipando y esto sea sólo pasajero. ¿Te digo la verdad?, no me interesa saberlo; no me interesa saber por qué me cansé de pensar antes de actuar, ni por qué estoy cómoda en el lugar que supe criticar. Me interesa seguir caminando, y que si el clima quiere cambiar, cambie...yo soy la misma cuando hace frío, no cambio de nombre cuando sale el Sol, ni de corazón cuando llueve.
Ahora estoy riéndome de toda esta situación, se nota que los años no vienen solos, en mi caso suelen traer consigo una pila de hojas escritas, listas de todo lo que cambié (para bien y para mal) con respecto al año anterior; en mi caso, traen cada vez más preguntas, de esas que parecen imposibles de responder, y con el tiempo van desenredándose solas; en mi caso, los años, me traen motivos para despreocuparme un poco más, y menos razones para estar mirando hacia atrás. Las incoherencias de la vida, los misterios de los años, y las certezas de los hipócritas, son los que me hacen sentir cada vez mejor con ésta nueva faceta; ya no creo conocerme, no sé cómo son las cosas, la verdad de la milanesa ni si existe o no el destino. Hoy, no me interesa saber cuánto durará mi visión sobre mí, ni cuánto falta para tener respuestas; simplemente porque hoy, no me interesa conocerme ni responderme.
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