jueves, 19 de julio de 2012

Supe comprender, después de un tiempo de observación, que hay quienes nacen para ser viento y aceptan su destino pasajero, y existen los que no logran visualizarlo y prefieren ser árboles. El viento no es sólo aquel que recorre por los aires miles de tiempos y mundos, también es el que despabila la cara y mente de quienes más lo necesitan, es el que te hace cerrar los ojos y te dice: escuchame ser silencio, sé que vos podés; el viento es el que se te pone en frente y te desafía a que logres vencerlo, te obliga a caminar haciendo más fuerza, si es que realmente querés llegar a destino. Es el que, si lo necesitás, se te pone a favor y te hace pedalear con la simpleza con la que se respira, te ayuda a llegar con una sonrisa aunque la mañana esté fría. Quien elige ser viento, te mira a los ojos y es la brisa de verano que te hace pensar: acá me quiero quedar.
El árbol, sin embargo, prefiere mirar el mundo siempre desde su punto de vista; mira hacia todos lados, pero desde el lugar donde le tocó estar. A la vez busca llegar más allá de donde se supone debe quedarse, y se expande, se despereza y ramifica buscando las respuestas en el cielo (como el resto de los seres), pero sabiendo por dentro que su posición es la correcta; es también quien, sigilosamente, busca por debajo de la tierra otro tipo de información, nutriéndose sin que casi nadie lo pueda percibir. Esa información lo mantiene aferrado a sus principios, a su mirada con respecto a lo que lo rodea, y es quien le dice: preguntale al de arriba si tengo o no razón. ¿Qué dice el de arriba?, que cierre los ojos y lo escuche ser silencio...algo que un árbol sabe hacer, pero no logra encontrarlo en nadie más que en él. Quien elige ser árbol, te mira a los ojos y te dice que es experiencia, aunque sólo haya vivido en su pequeño mundo de certezas probablemente inventadas.
El árbol necesita del viento, para que se lleve lo que ya no le sirve más; ¿el viento necesita del árbol?..el viento no se hace esas preguntas.

Quien elige ser árbol, elige los cuestionamientos; quien sabe ser viento, sabe ser respuesta.


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