miércoles, 6 de abril de 2011

7 de abril de 2011


Dicen los creyentes que los ángeles existen, que te guían, te acompañan, te dan fuerzas y no te sacan la vista de encima; dicen que todos tenemos uno, el cual ocupa su tiempo entero solamente en nosotros. Dicen, los creyentes, que los ángeles existen, y que todos tenemos uno. Los que no creen en ángeles, no pueden negar la existencia de ese alguien que desde algún lugar los está protegiendo, y les pueden poner diferentes nombres, pero el concepto sigue siendo el mismo. No se trata de ser o no religioso, ni siquiera de creencias o de fe, se trata de sentimientos, porque todos alguna vez sentimos que no estábamos solos (será que la soledad total no existe en el plano espiritual). Si de sentimientos vamos a hablar, las cosas se tornan complicadas, nunca sabemos con exactitud si lo que sentimos es lo que decimos sentir, y menos si lo que nos cuentan es lo que dicen sentir..entonces los sentimientos se tornan confusos, relativos según cada persona. Y acá viene la excepción (siempre hay una), porque no hay duda de que el sentirse cuidado desde el más allá es una sensación común en todos (o la mayoría) de los seres humanos, en todos los que conocieron a su alma gemela, su espejo y su contención en vida, y tuvieron que seguir conociéndose desde planos distintos; es un sentimiento que se repite en todas las personas que cuando miran una foto sonrien sin siquiera darse cuenta, y por dentro ven, sienten y ven, cómo se contagia la sonrisa en el cielo, en la habitación, en la fotografía, en el aire; sentirse cuidado desde el más allá es un sentimiento común en todas aquellas privilegiadas personas que conocieron el verdadero amor, aquel que es eterno, el que no tiene fecha de vencimiento, el verdadero amor. Sentirse acompañado, aún estando en la más absoluta soledad física, es ser afortunadamente amado.


Todos sabemos que es el sentimiento más poderoso, el lazo irrompible, el único que jamás va a desaparecer. Dichosos los que lograron amar en vida, dichosos los que pudieron comunicárselo al otro, dichosos los que tenemos, mirándonos desde algún lugar, al Verdadero Amor.

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