sábado, 14 de agosto de 2010

14 de agosto de 2010


A veces los caminos se me estrechan demasiado, y siento no poder caminar sobre la soga; al mismo tiempo suele bajar el sol de manera repentina, pero avisa con sus últimos rayos de luz que volverá pronto. Sin embargo, muchas veces la noche se me hace eterna, y no encuentro manera de mantener el equilibrio sin ver a dónde piso.
Quizás sea la falta de espacio la que vuelve el aire tan espeso, la que convierte en niebla la brisa de verano; quizás sea la falta de luz la que congela el tiempo, la sangre y el corazón, la que paraliza al coraje y da riendas sueltas al temor.

A veces los caminos se me estrechan demasiado, pierdo la noción del tiempo y me siento enjaulada, no pienso, no siento, no escucho ni dejo que me escuchen; a veces no tolero la oscuridad, y hasta temo abrir los ojos, ver lo que tengo en frente mío, o simplemente no poder verlo.
Quizás me aterre la posibilidad de descubrir que la noche dura lo que el día, saber que es imposible tener una vida entera de Sol, enterarme de que es inevitable que llegue la Luna al final del día para sacarme mi tan preciada luz.


A oscuras y sin saber por dónde voy, hoy me siento en la niebla para sentir, para escuchar y para hablar con las sombras, los fantasmas..con la Luna; y quizás lo inevitable sea lo que más me cueste aceptar, a lo que no me pueda acostumbrar, pero lo que reconozco como debilidad para hacer valer cada día más mi Sol.

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